Federico Buyolo García

Un lugar para compartir futuro

Infamia

En el penúltimo pleno del año pasado, debatíamos en el Congreso de los Diputados una Proposición de Ley de CiU sobre medidas para luchar con la pobreza infantil. Acabó, como últimamente sucede siempre, rechazada por el PP. Esta misma medida se planteó también en la anterior legislatura y en ese momento el PP voto a…

pobreza infantilEn el penúltimo pleno del año pasado, debatíamos en el Congreso de los Diputados una Proposición de Ley de CiU sobre medidas para luchar con la pobreza infantil. Acabó, como últimamente sucede siempre, rechazada por el PP. Esta misma medida se planteó también en la anterior legislatura y en ese momento el PP voto a favor, claro que entonces cualquier motivo era bueno para poner contra las cuerdas al Gobierno socialista y al Presidente José Luís Rodríguez Zapatero. En esa ocasión se aprobó con el voto de los socialistas. La misma medida, dos posiciones diferentes, claro que al PP les interesó más hacer daño antes, que luchar ahora contra el dolor ajeno.

Para ser efectivos en su plan, el Presidente Mariano Rajoy ha inoculado a sus diputados y diputadas la vacuna contra el dolor ajeno y así pueden ser inmunes a la realidad. Da igual que hablemos de los más de 2,7 Millones de niños y niñas en riesgo de exclusión social. Ni de la crisis humanitaria, social y psicológica que supone esta pobreza a millones de familias que en estos días ven como no pueden celebrar nada. Ni tampoco aceptan la mano tendida, de todos los grupos parlamentarios, para establecer un plan de choque contra la pobreza infantil, nada les sirve. No tienen ni razón, ni corazón.

Los diputados y diputadas del PP repiten como autómatas, en su tercera acepción del diccionario de la RAE, las consignas y slogan que les dictan desde Moncloa. Da igual si les hablamos de la subida brutal del IVA, que hace que por cada euro que recauda Montoro, el sector de la cultura pierde 4,10 euros. Ni tan siquiera, escuchan la situación que tienen que atravesar los dependientes, que aun cuando teniendo sus derechos reconocidos, han de escuchar a la desaparecida Ministra Mato como les negaba esos derechos, no sólo una, dos o tres veces, sino por siempre y para siempre.

Nicolae Iorga decía que “es un infame el que quiere ver a sus enemigos arrodillados en desfortuna” y efectivamente ahí radica la vileza y la maldad de la política de Mariano Rajoy: el sometimiento de su pueblo al dolor de la injusticia política, social y hasta económica. Hoy todos los que no opinamos bajo el paradigma del pensamiento único del PP y su escuela de talentos FAES, somos los enemigos de la patria, los culpables de los males de este país, los que hemos de sufrir en el purgatorio con la promesa de que nuestro sufrimiento, tendrá su recompensa en otra vida.

Mientras ellos, lo único que hacen es trabajar por nuestro bien. Ellos tienen la razón, lo único que ocurre es que nosotros no entendemos las cosas, somos demasiado simples. La crisis ha terminado. Rajoy ya lo anunció, la Omnipotente Vicepresidenta lo ratificó y todos sus autómatas, como agua de lluvia que cala hasta los huesos, nos lo repiten.

Ahora sólo queda que el pueblo logremos entender que: la economía ya funciona muy bien, los ríos de dinero fluyen en las tiendas, en los talleres de reparaciones, en los bares y los restaurantes, que la vida vuelve a ser feliz y que Mariano Rajoy es nuestro salvador, nuestro nuevo Muhammad Yunus. No se sorprendan si lo nombran Nobel de la paz, o de economía o incluso de literatura, sino sólo hay que ver su colección de eufemismos.

Perdonen la ironía, pero como diría el gran Serrat, estamos “hartos de estar hartos”, de que quieran tomarnos el pelo, que minusvaloren las desgracias de millones de familias, que sean inmunes al dolor de los niños y niñas que pasan, no sólo hambre, sino además necesidades vitales para su desarrollo. Esta es la mayor de las infamias de un Gobierno que desdeña a su propio pueblo. Alguien que no puedo emocionarse y actuar contra el dolor y sufrimiento de su pueblo no puede dirigir los designios de un país. Ni Rajoy, ni sus autómatas de la palabra, deben dirigir ni un minuto más este país.