Firmé aquel manifiesto #muchopsoeporhacer y formé parte del equipo que se aglutinó en torno a nuevas ideas primero, y Carme Chacón después. Desde la más profunda lealtad a nuestro nuevo Secretario General, Alfredo Pérez Rubalcaba, puedo decirlo: volvería a hacerlo.
Aposté por Chacón no como el que se la juega a cara o cruz. A ganar o a perder y esperar algo a cambio. Lo hice porque me sentía clara y profundamente identificado con su/nuestra forma de ver el partido. La que habíamos plasmado en tantas y tantas enmiendas que defendimos hasta el final en las madrugadas de Sevilla.
Sabemos que nuestro partido es el más democrático de España, pero queríamos más. Creíamos en la madurez de nuestra militancia para elegir sin intermediarios a nuestros secretarios generales. Creíamos en la limitación de mandatos y en la incompatibilidad de cargos. Creíamos en la horizontalidad de nuestra organización, en definitiva, creíamos en nuestra inteligencia colectiva y en nuestra capacidad para volver a ser depositarios de la confianza de la mayoría de los españoles y las españolas.
Sentíamos otras emociones. Durante muchos días fuimos emoción, ideas, proyectos, sueños, ilusión, mucha ilusión. Sevilla tuvo su color especial. Fuimos conscientes de que representábamos una aventura. Eso era todo lo que teníamos para ofrecer, nada más; nada menos.
Estuvimos a punto de conseguirlo. Pero el juego de la democracia representativa dió la victoria a otro proyecto también socialista. He ahí la grandeza de nuestro partido, de los socialistas: inmediatamente todos y todas nos sentimos representados con la nueva Ejecutiva Federal del PSOE.
Carme sigue siendo lo que era: una mujer española, catalana hija de andaluces, madre, socialista, progresista y luchadora, a la que parece que no le cabe en el cuerpo tanto empuje, tanta motivación y tanto esfuerzo. He tenido la suerte de vivir junto a ella todas estas emociones.
Perdió la Secretaría General teniendo tras de sí a casi la mitad del partido. Unos minutos después sonreía y anunciaba que no quería nada para ella, que no iba a ser un obstáculo para Rubalcaba y que ponía a su equipo a disposición del partido que ya era de nuevo el de todos. Volvíamos a ser la gran familia que somos y en la que todos y todas podemos opinar y discrepar libremente, dentro de nuestra esencia común, el socialismo.
Ella y su generosidad seguirán siendo un ejemplo para quienes como yo, han crecido política y humanamente en este tiempo en común. Gracias Carme. A trabajar juntos con Alfredo. A trabajar juntos por el Partido Socialista.