La primera vez que participe en una charla para hablar de la situación del Sahara, recuerdo que mis primeras palabras fueron para reconocer que todavía no había visitado los campamentos, ni mucho menos había pisado los territorios ocupados. Recuerdo que mientras preparaba esa charla hable con muchos amigos que si habían estado, como mi gran amigo Diego Miñano que es ya parte del pueblo saharaui. Ellos me comentaban lo que suponía la lucha pacífica y silenciosa del pueblo saharaui, una lucha de justicia, una lucha por su autodeterminación. Recuerdo también como todos me decían que España y nuestro partido no habían estado a la altura de su responsabilidad política, histórica, moral y humanitaria.
Llego el día. Tras dieciséis horas de viaje, llegamos a Tindouf. Todos mis compañeros ya habían estado en los campamentos saharauis en alguna ocasión, para mí era la primera vez. Y efectivamente lo que he vivido allí es una experiencia que se te clava en el corazón. Un pueblo que lucha por su derecho de autodeterminación viviendo en unas condiciones infrahumanas en la profundidad del desierto. Gente que no alberga ningún rencor hacía el pueblo español, al contrario, nos consideran sus hermanos. Que aprenden día a día que la resistencia es la única salida a un conflicto que muchos quieren hacer que se olvide.
“38 años es mucho para una persona, pero no es nada para un pueblo”. Estas palabras de un joven periodista saharaui se clavaron en mí cabeza, el tiempo en los campamentos se mide de manera distinta. E la lucha pacífica de un pueblo que quiere ser libre.
La autodeterminación del pueblo saharaui no es sólo una cuestión de derechos humanos, es además una necesidad política, económica y hasta de seguridad. La presión de los grupos narco-terroristas en la zona es preocupante. El mundo no puede configurarse como una lucha donde unos ganan y otros han de perder. El mundo globalizado no puede ser otra cosa que colaboración, sumar. ¿Os imagináis el potencial político, económico y cultural de Marruecos y Sahara Occidental trabajando juntos? Pues sólo hay un país que puede conseguirlo. España tiene una deuda moral y política con el pueblo saharaui. España debe de ejercer su papel mediador entre nuestros dos pueblos hermanos. Sólo si España se implica, el conflicto del Sahara se resolverá. Es nuestra responsabilidad.