Lo que empezó como una crisis económica, le siguió una crisis financiera que derivó en una crisis social, para ahora además, unirle una crisis institucional. La ciudadanía da dejado de creer en las instituciones, en la política y sobre todo en los partidos políticos. Cuando más necesitamos la política, la ciudadanía la sitúa como el segundo de sus problemas
Hace unos meses nos visitaba en el Congreso de los Diputados, Yves Daccord, Dicector General Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), nos hablaba de la necesidad de la solidaridad en todos sus sentidos. Yves nos contaba que el CICR también notaba esa falta de credibilidad por parte de la ciudadanía, una crisis institucional sin precedentes. Sin embargo, Yves entendía que ellos habían conseguido mantener un alto grado de credibilidad con la ciudadanía gracias a la cercanía. El CICR está presentes en los grandes conflictos, en la calle, cercanos a la gente que sufre y padece la cruda realidad de la pobreza, la guerra o las enfermedades. Este es su segundo valor: la ciudadanía sabe que hacen, son útiles.
Cercanía, credibilidad y utilidad. Tres valores que hoy la ciudadanía no ve en las instituciones que han de gestionar sus impuestos, ni tampoco en los partidos políticos que han de diseñar y pensar la sociedad del futuro, ni tan siquiera en los políticos que dedican su tiempo a construir una sociedad más justa e igualitaria. ¿Tiene solución este descrédito de la ciudadanía?
El pedagogo Paulo Freire decía que: “el liderazgo no puede pensar sin las masas, ni para ellas, sino con ellas”. Hoy en la era de la información y la comunicación pare una paradoja que la ciudadanía nos vea lejanos, inaccesibles o que ni tan siquiera sepa que hacemos, cómo trabajamos.
Estos deben ser tres valores irrenunciables. Cercanía, desde el trabajo conjunto para liderar el cambio. Credibilidad, para explicar lo que hacemos, y si no se puede explicar no lo hagamos. Utilidad, para convertirnos en lo que somos, el mejor instrumento para el empoderamiento de la clase trabajadora.