La primavera árabe iniciada en diciembre de 2010 abría una esperanza de libertad en muchos países árabes. Pero no en todos fue así.
La revolución de los jazmines en Túnez a finales de 2010 inauguraba la primavera árabe, un camino iniciado por los ciudadanos hartos del totalitarismo de unos gobernantes sátrapas que oprimían a sus pueblos negándoles la libertad. Sin embargo este nuevo tiempo no llego nunca a inaugurarse en Siria.
Cuando en Marzo de 2011 unos jóvenes sirios pintaban un mural que homenajeaba las revueltas sociales de los países árabes, la policía no sólo se limitó a realizar una detención ilegal e injusta, sino que además, torturó y asesinó a unos jóvenes que, a través de la cultura, querían expresar su anhelo de más democracia y libertad en su país. Las protestas no se hicieron esperar. Miles de manifestantes salieron a la calle a protestar contra este atroz uso de la fuerzas represoras del Presidente Bashar al-Asad. El castigo fue aún más grave. Cientos de manifestantes murieron a manos del ejército sirio. Se inició así una guerra civil que se ya ha cobrado la vida de más de 230.000 personas.
Bashar al-Asad utilizando el miedo del avance del estado islámico, sigue justificando su enrrocamiento en el poder. Pero no sólo eso, sino que además se presenta ante la comunidad internacional como el único capaz de frenar el avance de las fuerzas terroristas de ISIS. Por el contrario, a consecuencia del caos en la zona, se está produciendo el mayor avance del Estado Islámico por el norte y el este del país de los últimos años. Y si este escenario no fuera ya duro, con la connivencia de Rusia e Irán, Bashar al-Asad sigue machacando a su pueblo en una guerra, cruenta y sanguinaria, que ha propiciado además que la mitad de la población haya tenido que abandonar sus casas.
Los intentos en Junio de 2012 por parte de la comunidad internacional de llegar a una solución pactada no tuvo ningún éxito. Los acuerdos de Ginebra no llegaron a aplicarse, ni tan siquiera fue reconocido por parte del gobierno sirio. Los vetos de Rusia en el Consejo de Europa, la tibieza y bamboleos de la política diplomática de EEUU y la inoperancia e incapacidad de la Comisión Europea, ha llevado a que cuatro años después esta guerra se haya convertido en una de las mayores crisis humanitarias y de éxodo que se haya vivido en Europa desde la II Guerra Mundial.
El éxodo de millones de sirios que huyen de un país en guerra, las muertes en el Mediterráneo, el aprovechamiento inhumano de las mafias y la crisis humanitaria en la zona, han quitado el foco de la fuente del problema: la guerra civil en Siria.
En una entrevista a Basher al-Asad en Febrero de 2015 en la BBC el presidente negaba la utilización de gas mostaza y bombas de barril. La realidad le contradice. Bombas improvisadas en barriles que se llenan de petróleo, explosivos y acero que matan e hieren de forma indiscriminada a civiles. O la utilización de gas mostaza que ataca a los ojos obstruye las vías respiratoria. Ataques que persiguen el caos y la aniquilamiento de un pueblo que sólo desea paz y libertad.
Estos días recordaba con algunos compañeros lo duro y mal que actuó la comunidad internacional en la solución de la crisis de los Balcanes. Por desgracia creo que nada hemos aprendido, al contrario, creo que hemos descubierto que lo podemos hacer peor y lo estamos haciendo. El problema de la guerra de Siria no es una guerra civil, es un conflicto mundial del que no podemos borrarnos.