“Es una crisis de solidaridad, no una crisis de cifras” Estas fueron las acertadas palabras del Secretario General de la ONU Ban Ki-Moone con las que definió la crisis humanitaria de los refugiados de Siria. Pero no olvidemos que más de cuatro millones de sirios han abandonado su país huyendo de la guerra dejando atrás su vida, con el único fin de encontrar un futuro.
Estamos ante una crisis global que afecta a todos los países. Exige esfuerzos de todos. Hay que coordinar urgentemente una actuación integrada e integral en base a los derechos humanos que a todos nos amparan.
Escuchar a dirigentes europeos y españoles con declaraciones, donde intentan confundir inmigración con éxodo de refugiados y con ellas pretende alertar a la ciudadanía poniendo a los refugiados de la guerra como una amenaza para el “buen vivir” de los europeos, no sólo me parece deleznable, sino que atenta directamente contra el derecho internacional.
Es vergonzosa la actitud de Europa en esta crisis. Ni está a la altura de la demanda humanitaria, ni atiende, como les exige la normativa internacional, a unas personas que huyen de la guerra. En un territorio de más de 500 millones de personas la UE está discutiendo si el cupo de acogida es de 120.000 o de 250.000 como exige ACNUR. Ridículo. Mientras, en otros países a los que desde el norte tildamos como tercer mundo acogen a millones de exiliados sirios. Sirva como ejemplo que en el Líbano uno de cada cuatro habitantes es un refugiado sirio, o que la tercera ciudad de Jordania es uno de los campos de refugiados, sin hablar de los 2 millones de refugiados que hay actualmente en Turquia. La solidaridad y la humanidad de los gobernantes europeos están en tela de juicio.
Afortunadamente estos días los ciudadanos españoles han dado un nuevo ejemplo de solidaridad. Han demostrado que efectivamente los españoles no somos inmunes al dolor de millones de familias que han tenido que huir de sus ciudades y de su país en busca de un territorio de paz.
La comunidad internacional, pero sobre todo la europea, no puede quedarse detrás de la solidaridad de su pueblo. Han de buscar una solución al drama del éxodo de refugiados de la guerra. Asegurar corredores humanitarios en los países de tránsito que permita que aquellos que huyen de la guerra no sufran más por un conflicto que ellos no crearon.
Pero aún más grave es el aprovechamiento de las mafias de tráfico de personas. Por un momento, párense a pensar en el grado de desesperación de una persona para hacinarse en un camión, o subir en una patera o a una barcaza con el único sueño de poder huir. Sin embargo las autoridades europeas con su inacción y con la falta de corredores humanitarios seguros y atendidos, lo único que están provocando es que estas mafias actúen de manera impune.
Pero si todo esto no es poco, es intolerable que a aquellos refugiados que consiguen llegar a suelo europeo, hay que recordar que ya hay 250.000, tengan que pasar un periplo de meses para que se le reconozcan sus derechos como refugiados. Son personas. Son exiliados de un país en conflicto. Son refugiados.
Estamos ante una crisis mundial, un reto humanitario del que no podemos hacer otra cosa que actuar de manera urgente a corto, medio y largo plazo, porque “es una crisis de solidaridad, no una crisis de cifras”