Acabamos de iniciar el quinto año de la implementación de la Agenda 2030. Después de cuatro años de divulgar y entender una agenda compleja, ahora necesitamos acelerar su consecución, poner en marcha iniciativas de calado que verdaderamente produzcan las transformaciones necesarias, desde una visión compartida de futuro. La sociedad la construimos día a día millones de personas, miles de empresas, asociaciones, entidades ciudadanas y cientos de países, no hay nada escrito ni predestinado, sino que con nuestra acción hace que el mundo avance en una u otra dirección.
La economía social nace para hacer frente a los retos de la sociedad, una comunidad al servicio de las personas que genera además una economía con valor añadido. La transformación que hoy hemos puesto en marcha a través de la Agenda 2030 es ante todo un compromiso ético de todos para hacer del planeta un lugar sostenible de prosperidad e inclusión. Por ello, este cambio no será posible sin las empresas, y aun más, sólo será posible si la economía social se convierte en el vector de un desarrollo sostenible inclusivo.
La Agenda 2030 es más que sus 17 Objetivos y 169 metas, es ante todo una agenda de valores y compromisos que ha de ser vista como un todo. No podemos hablar de desarrollo sino trabajamos de manera integrada e integral todos y cada uno de los objetivos. Durante mucho tiempo hemos entendido que el desarrollo económico llevaba anexionado una mejora de la calidad de vida y de oportunidades para todos. Sin embargo, estos modelos de economías especulativas nos han llevado a la devastación del planeta, al aumento de la desigualdad no solo entre los países, sino además dentro de cada uno de los países.
La desigualdad hoy además de ser territorial, es una social, económica y generacional. Una desigualdad entre las personas que limita sus derechos, generar conflicto social y merma las posibilidad futuras quebrando así el principio de oportunidad y progreso que presupone que las generaciones futuras vivirán en mejores condiciones que las pasadas. Esta realidad es un factor fundamental para entender que sin garantizar a las personas sus derechos, libertadas y aspiraciones ningún sistema podrá ser sostenible.
En un mundo en permanente cambio se hace necesario generar certidumbres, establecer visiones compartidas que permitan que todas las personas puedan tener las mismas oportunidades de avance en un mundo inclusivo. Hoy no solo debemos adaptarnos al cambio, sino que además podemos liderarlo, establecer una acción compartida que nos lleve a transformar el mundo que vivimos desde la participación de todos y cada uno de los actores. La mejor manera de predecir el futuro es liderarlo, hacerse cargo de la realidad, sumar alianzas, determinar acciones y poner el horizonte, no en un utopía irrealizable, sino en un mundo sostenible e inclusivo.
Frente a la incertidumbre, el individualismo, el patriotismo, la especulación y el conflicto, la humanidad hemos decidido que sí hay otra forma de hacer las cosas. Una manera diferente de entender la globalización desde una visión compartida de creación, avance y desarrollo inclusivo. Una acción que a través de la Agenda 2030 establezca el nuevo contrato social global que permite a todas las personas, en todos los lugares del mundo, disponer de una hoja de ruta para avanzar. Esta no es una agenda para poner parches a un mal desarrollo económico, social y medioambiental, es ante todo una transformación del sistema integrando las tres dimensiones del desarrollo desde una visión compartida de valores y principios, que pensando en el largo recorrido, toma decisiones en el momento actual de manera conjunta.
La Agenda 2030 es un lenguaje universal que permite a todos los actores establecer las alianzas necesarias para avanzar en una misma dirección, con actuaciones diferenciadas, hacia un desarrollo sostenible inclusivo. Vivimos en estados desagregados donde las decisiones no solo dependen de los gobiernos, las empresas o la ciudadanía. Necesitamos generar verdaderas colaboraciones radicales que generen dinámicas de cambio exponencial. Estas alianzas van más allá de la colaboración público-privada, es una acción que nace desde la incertidumbre actual, crea las capacidades necesarias que nos permitan conectar a todos aquellos dispuestos a trabajar por un desarrollo sostenible inclusivo mediante la cocreación. Tenemos los recursos, el relato y la voluntad de ser actores de esta transformación.
Esta visión de transformación ha de ser compartida y puesta en marcha mediante ecosistemas de transformación que unan en un mismo ámbito, con una misma visión pero con acciones diferenciadas, a las instituciones, las empresas y las personas. Esta transformación además de inter-relacionar las dimensiones del desarrollo, ha de sumar a los diferentes actores hacia una acción multiplicadora con un mismo objetivo, no dejar a nadie atrás.
La economía social ha de jugar un papel primordial en este cambio de modelo, no sólo por ser un agente económico de primer orden, sino fundamentalmente por el valor añadido que aporta a una agenda que es a su vez global y local. No estamos hablando de pequeñas acciones o de actuaciones ligadas a la responsabilidad social de las empresas, estamos ante el liderazgo que han de asumir los actores empresariales para transformar el modelo económico. Una vocación de transformación que inaugure un nuevo tiempo de justicia social.
Esta vocación es parte inherente a la actividad que realizan las cooperativas, es su ethos, su modo de acción, su razón de ser. Por ello el cooperativismos esta llamado a ser un agente de transformación de primer orden que guíe el camino hacia una economía con propósito. La contribución del sector empresarial ha de ser el todo de la acción, no una parte testimonial o subsidiaria de la acción principal, ha de convertirse en el motor que genera la actividad empresarial.
Las cooperativas generan un marco colectivo de cooperación, participación y respuesta a los retos actuales con una visión de generación de economía y valor añadido a la sociedad en la que están insertas. Este hecho diferencial hace que las cooperativas, que ya por sí mismas buscan el bien común, se conviertan ahora además en el principal agente de transformación social, económica y medioambiental que marca la Agenda 2030.
La economía social representa la puesta en marcha de una economía inclusiva que crece y genera valor más allá de los beneficios económicos. Las bases de una sociedad avanzada deben asentarse en unas conexiones que garanticen la protección de las personas y además refuercen la apuesta por el empoderamiento ciudadano. En este sentido las cooperativas son el ejemplo de este modelo económico ético y sostenible que impulsa la Agenda 2030. Un acción empresarial que genera tanto beneficios tangibles como intangibles destinados a una acción compartida de fortalecer el bien común.
Empoderar a la ciudadanía económicamente significa avanzar hacia un modelo de producción y consumo que no genere perjuicios sociales y económicos en post de maximizar el beneficio especulativo. La prosperidad en un modelo sostenible piensa tanto en el avance económico como en la garantía y fortalecimiento de los derechos de los trabajadores. El liderazgo que ejercen a través de su acción tanto interna como externa las cooperativas es un valor de atracción de talento y fortalecimiento de su reputación empresarial. Generar economía, fortalecen la sociedad y vertebran el territorio convirtiéndose en agentes sociales implicados en el desarrollo sostenible de su entorno.
Los territorios sostenibles crean las dinámicas que favorecen la interconexión de los diferentes agentes. Ante la situación actual de post crisis económica donde millones de personas han quedado expuestas a los fallos del sistema económico, es necesario abrir nuevos ecosistemas de sumas exponenciales que favorezcan transformaciones profundas en la forma y manera que la economía tradicional ha puesto en marcha supeditando todo al aumento del Producto Interior Bruto. No se trata de inventar nuevos modelos alternativos, sino de potenciar y fomentar un modelo económico que genera por igual beneficio económicos como beneficios sociales.
La economía social es en sí mismo un modelo económico ético y sostenible. Una economía con propósito que integra la Agenda 2030 en su modo de acción, en su propia filosofía, es en definitiva un vehículo y un fin es sí misma. Una economía que tiene la ambición de generar un desarrollo sostenible inclusivo desde una acción tanto interna, como externa. Una economía participada que sustenta su desarrollo mediante la generación de alianzas, no solo con sus grupos de interés primarios, sino además, con todos los actores de su entorno. Una economía ética para un futuro sostenible.
Otro de los factores fundamentales que hacen de la economía social un vehículo de transformación es su acción encaminada a la generación de modelos participación y beneficio compartido, tanto interno como externo. Un modelo que facilita la implementación de la Agenda 2030 en todas y cada una de las actuaciones emprendidas por las cooperativas. No supone solo una visión de acción sectorial, sino además un modelo de gobernanza donde la colaboración es la seña de identidad en la definición, implementación, evaluación y redefinición de la misión de la propia empresa. Este factor otorga a las cooperativas, frente a otros modelos empresariales, un hecho diferencial que fortalece el impulso que la economía social puede realizar para la implementación de la Agenda 2030. Un modelo de participado, abierto al entorno y con una visión clara de contribución al desarrollo sostenible de todos.
La economía social ha sido impulsor del avance social y económico de los territorios, ligando la participación, no sólo en el beneficio económico, de los trabajadores y las trabajadores, sino además, favoreciendo entornos de desarrollo que beneficien a la comunidad donde están insertas. La Agenda 2030 se sustenta en la generación de un nuevo contrato social global que sientes los valores que han de impulsar la implementación de diferentes políticas de manera integrada e integral a través del empoderamiento de la ciudadanía y el respeto del planeta. Para ello es necesario impulsar una una prosperidad inclusiva que genere justicia social. En este sentido, las cooperativas y la economía social son el factor de transformación económica más relevantes que nos encamine hacia un modelo que favorezca la generación de beneficios económicos y sociales para que nadie quede atrás.
Avanzamos en una dirección con un propósito claro, hemos decidido que solo a través de la generación de una ciudadanía global comprometida seremos capaces de romper con la desigualdad y la devastación del planeta. Esta transformación será posible si las empresas aceptan el reto de convertirse en agentes de cambio co-participando en el fortalecimiento del bien común y la mejora de la calidad de vida de todas las personas. La economía social comparte los valores, principios y gobernanza de una agenda que busca no dejar a nadie atrás.
Las cooperativas son el ejemplo de la fortaleza de una economía que genera valor añadido a la sociedad, son en definitiva impulsores de cada uno de los objetivos de desarrollo sostenible mediante la puesta en marcha de soluciones innovadoras para generar una economía inclusiva que fortalezca la cohesión social y la mejora del medio ambiente. En definitiva, una economía con valor que genera valor.